lunes, 18 de julio de 2011

Notas literarias, análisis culturales


Diario de viaje

Una fusión entre nación y religión
Podría decir que mi paso por Israel se convirtió en uno de los cinco días más intensos de mi experiencia turística. Era una visita que le debía, no al país, sino a mi prima y a mis tíos abuelos de quienes recibí el más cálido de los reencuentros y otros tantos recuerdos que luego les contaré.
Muchos me decían que allí conocería a mis raíces. Otros me aconsejaban que tuviera cuidado y algún compañero de vida me pedía que no fuese, que podría pasarme algo.
Yo armé el bolso y dentro coloqué un traje de baño. Me prometí a mí misma y a quienes  me manifestaron su preocupación, tomarme un avión a alguna playa paradisíaca, cambiando de destino en caso de que Israel entrara en mayores conflictos.
Pero saqué pasaje y decidí ir igual. Retiré la malla de la valija y también los miedos y en su lugar acomodé unos bombones Cabsha y unos juguetes para los más pequeños de esta querible familia argentina que vive en el Kibutz Zikim, al sur del Estado y a cinco minutos de la Franja de Gaza.
Fue grande el choque cultural y al mismo tiempo es fascinante conocer algo de la complejidad de la realidad o irrealidad de la que la colectividad judía forma parte en este país de Medio Oriente.
Aterricé en el Aeropuerto de Tel Aviv, David Ben Gurión (principal figura de la Organización Sionista Mundial hacia la mitad de los años treinta quien junto con sus colegas tuvo como meta construir Sion, ideando una nación judía). Es decir, en una fusión entre Nación y Religión conviven los valores de la tradición con una necesidad de seguir forjando las bases de este joven país.
De camino al Kibutz, recibí las recomendaciones pertinentes para preservar mi propia seguridad: en caso de escuchar una alarma dentro de la casa, contaría con quince segundos para ingresar en el cuarto-refugio. ” No te preocupes, que los misiles estuvieron cayendo hasta hace dos días atrás y no creemos que vuelvan a lanzarlos”.
Otra vez pensé en los miedos, pero recordé que los había dejado fuera de mi equipaje. Entonces tragué saliva e imaginé que mi propio Dios sea quizás la ausencia del pensamiento. “¿Quince segundos?, ¿y si no la escucho?, ¿y si justo me estoy bañando? ¿Cómo hace una familia con tres niños para atravesar una casa de seis ambientes en quince segundos?”
Al despertarme esa primera mañana, un café negro y un falafel* fueron mi reconfortante comienzo del día. Luego vendrían un asado trilingüe y un recorrido por los terrenos del Kibutz. “¿Qué es lo primero que te gustaría mirar?” “La playa”, respondí yo.
El mar Mediterráneo contrastaba con la Franja de Gaza. La inmensidad con la inmediatez. Las posibilidades con la impotencia.
Muchos argentinos emigraron a Israel con la esperanza de una calidad de vida mejor y a su vez, este país los recibió como un Estado proteccionista aunque condicionante en más de un sentido. “¿Acaso en la Argentina la falta de trabajo y la delincuencia no representan inseguridad?”, me comentaban, como quien justifica o entiende la obligatoriedad de un servicio militar de tres años para los hombres y de dos para las mujeres (y claro está, la puesta en práctica de dicho servicio), la inminencia de una guerra que nunca se termina de erradicar, un territorio preparado desde sus rutas (aptas también para pistas de aterrizaje de aviones) hasta una sociedad con importantes valores culturales pero también con una cultura bélica a flor de piel.
Y yo para mis adentros respondo: una inseguridad no argumenta la otra, pero intento valorar los estilos de vida de quienes tratan de encontrar un lugar en el mundo en donde puedan progresar.
Mi familia está constituída por inmigrantes rusos y polacos que huyendo de la Primera y de la Segunda Guerra Mundial, llegaron a la Argentina en busca de una oportunidad de inclusión social y laboral.
Mi familia está constituída por emigrantes argentinos que huyendo de la falta de condiciones de vida razonables, se establecieron en Israel en busca de una oportunidad de inclusión social y laboral.
Entonces, ¿cuáles son mis raíces? Las dolorosas historias que me contaba mi Bobe acerca de la Polonia de 1930, las alegres festividades de Rosh Hashaná y Pesaj del pasado y por qué no las del presente (aunque ya con menos tradición) y los reencuentros con aquellos que tuvieron que irse pero que prometieron volverme a recibir con los brazos abiertos y con la misma calidez de siempre. ¡Ah!, ese es uno de los gratos recuerdos que me traje del viaje a Israel.



Acerca del Kibutz Zikim:
Tiene cerca de los 400 habitantes.
La seguridad del kibutz, está basada en el Ejército israelí, y en la seguridad interior. Hay un encargado y todos los habitantes del mismo están conectados por medio de un sistema interno (a la vez conectado al Ejército) en donde avisan en caso de urgencia.
Todas las casas tienen una habitación de hormigón armado de 20 cm. Es ahí a donde se debe ir si hay alguna alarma de misiles.
En el kibutz, hay diferentes trabajos, tanto en el campo (con plantaciones de paltas y cítricos, entre otros). En el área industrial existen dos fábricas: una de plástico y la otra de colchones.
A estas áreas se le suma el trabajo en la educación y en la rama de asistencia a los miembros: comedor, cocina, lavandería, enfermería, etc.

Israel en el mapa:
Se encuentra en la ribera sudoriental del Mar Mediterráneo, limita al norte con el Líbano, al este con Siria, Jordania, Cisjordania, al oeste con el mar Mediterráneo y la Franja de Gaza, al suroeste con Egipto y al sur con el golfo de Aqaba, en el Mar Rojo.

*Falafel: Croqueta de garbanzos de origen indio que puede servirse en pan de pita con variados condimentos como salsa de yogurt, aceite de oliva y diferentes ensaladas.
Fuentes, información y recorrido por Israel a cargo de Pato Knoll Zimmerman
 


Análisis de “La intrusa” de Jorge Luis Borges
Los hermanos sean unidos…
El escritor no puede disimular el disfrute que le generan las historias que a sus oídos llegan, sobre todo las que se alimentan de su propia mística según el espacio en donde se las recree.
Un velorio, por ejemplo, agregaría elementos de sugestión, de etapas en apariencias concluídas y de relatos susurrados en mentes ávidas de nuevos disparadores literarios.
Ahora nos situamos en una localidad de la provincia de Buenos Aires. ¿Y qué imagina uno ante la palabra Turdera? Si jugamos un poco, si nos permitimos hacer asociaciones libres podríamos decir que el sonido Turdera remite a “turbada”, “torbellino”, “aturtida”, “ternera” (acá ya nos fuimos por las ramas, o no).
Turdera, ahora como lugar, se puede visualizar como “paraje del conurbano bonaerense plagado de vegetación, casitas bajas, calles soleadas, secretos familiares, vecinos misteriosos y olor a jabón”.
Mejor volvamos al plano real, no por verdadero, sino por aproximado. Dos hermanos conviven en un mismo hogar. Cada cual tiene su cuarto, su catre y una Biblia compartida como único libro a la vista.
A estos dos compañeros de vida jamás los devoraban los de afuera. Como fieles hijos de algún tipo de Martín Fierro, seguían los consejos que su padre o un mutuo Superyó o aquella lectura sagrada de tapas negras y caracteres góticos les habría enseñado.
Pero ellos poseyeron algo más. Algo que comunicaba sus cuerpos y sus intimidades indirectamente. Ellos compartieron a Juliana Burgos, la sirvienta, la que les suministraba el placer, la que desencadenó una tragedia que quizá recuerda al mito de Caín y Abel.
Los hermanos Nelson (o Nilsen) estaban tan enamorados como humillados. Ellos encontraron la manera de no ser engullidos por los de “ajuera”. Sólo que las palabras a las que Turdera remite, no fueron tan erróneas.
Eso sí, la mujer de tez morena y ojos rasgados dejó su aroma en la memoria de los dos. ¿Olor a jabón? No podemos saberlo. Ese secreto únicamente lo compartieron Cristian y Eduardo.
Análisis de “Emma Zunz” de Jorge Luis Borges
El crimen perfecto
Emma tenía poder. No en apariencias. Porque el “temor casi patológico” que sentía por los hombres la definía a simple vista como una joven vulnerable y naif.
El poder es una bomba de tiempo, de un tiempo manipulable, de un tiempo infinito. El poder puede estallar o quedar latente como la última carta que uno decide jugar o guardar en el cajón de una mesita de luz.
Emma tenía información. La información también es poder, entonces Emma actuó en consecuencia, impulsada por la justicia como motor.
Armó un plan preciso, se convirtió en estratega (o esa sed de venganza disparó en ella ciertas características escondidas detrás de su apariencia de nena de papá).
Pero papá había muerto y la niña tuvo que pegar el estirón. Ahora era una mujer que había crecido de golpe y en ese viaje meteórico a la adultez llevó una maleta. La pureza no cabió en el equipaje. Si, en cambio, algo de su genuino pudor.
Pronto aprendió a expresar otra forma de poder: la seducción, o el artificio de la misma.
Emma logró su cometido y pagó el precio de la integridad. En el momento en que estalló la bomba murió su inocencia y luego, en ese orden, un hombre sucumbió.
Habría que ver si el crimen fue tan perfecto.
Publicidad de Cerveza Schneider: “Dar todo por un amigo, una gran decisión”
Por el poder de Greiscol
Una bandeja se pasea con dos cervezas Schneider por un boliche. Acto seguido, un escote luce unos pechos llamativos y en el medio de ellos brilla un porrón de esa misma bebida malteada. Supuestamente, la mujer que lo sostiene, es una atractiva morocha de pelo largo (prototipo de la belleza femenina argentina). No es un supuesto, es una realidad. La joven que juguetea con su cabello está además coqueteando con un muchacho que dá el target del típico “chamuyero”, del cancherito que piensa puede levantarse a una modelo.
Los amigos son su público. Desde una mesa aprecian y aplauden el espectáculo que en la barra les ofrece su par. Lo alaban, brindan por él, por su “logro”, gesticulan como diciendo “qué capo”.
Pero el show recién comienza. La bella está acompañada por una amiga a la cual no puede dejar en banda. Las chicas tienen su código y los chicos también. Sólo que aquí hay un problemita: los compinches del “langa” notan (reaccionando como si hubieran visto a un monstruo) que la amiguita de la linda tiene una nariz grande según los estándares de convencionalidad establecidos por la sociedad.
Nadie se anima a tomar la decisión. Ellos piensan que se merecen a una simil modelo también (y eso que ninguno se parece al Ken de la Barbie, eh). De todos modos, ese grupito de íntimos tiene instalada la búsqueda de una novia o minita trofeo. En aquel imaginario, el logro será sobre todo la aprobación de la comunidad masculina más que el beneficio de ese triunfo en sí mismo.
Aquí comenzamos a ingresar en el terreno de la cosificación de la persona y del predominio de las particularidades (siempre subjetivas, esperemos) del aspecto exterior.
De pronto, cambia la música. Alguien toma valor con una Schneider en la mano para entrar en el campo de batalla, como un He-Man con su espada en alto clamando “por el poder de Greiscol”.
Franco de Vita canta “sólo importas tú” y continúa ese brío noventoso que parece seguir dando sus frutos en la estética publicitaria Argentina. ¿Por qué será? Se deschavan entonces las edades de los actores del comercial y de los pretendidos receptores del mismo: de 30 a 40 años promedio.
Con esas primeras estrofas romanticonas, la nostalgia va a intentar ser más fuerte que el rechazo hacia una mujer de belleza no convencional.
La actriz que hace de fea además tiene que poner cara de tonta cuando el “héroe” le habla al oído. Los creativos ni siquiera le dieron espacio al concepto impreciso de “al menos es interesante”.
Ah, una cosita más: la no agraciada está consumiendo otra bebida, un trago con sorbete que la obliga a modificar la punta de su nariz al ingerirlo y que la discrimina de nuevo por no pertenecer al conjunto de los buenos bebedores o de los que saben lo que es bueno.
¡Lindos, piolas e inteligentes serán los que beban Schneider! ¡La Schneider te va a dar valor para afrontar lo desagradable!
Amigos son los amigos siempre y cuando se esté dispuesto a perder “el honor”, a darlo todo por ellos cuando nos necesiten en los momentos más complicados…
Link para ver el comercial: http://www.youtube.com/watch?v=eJm1mTJN1dI
Un hombre sin pasado (2002) Aki Kaurismaki
Acercándonos al cine finés
“Gracias”, “¿así que puedes hablar?”, “efectivamente. No he tenido nada que decir hasta ahora”. Este diálogo es el resumen del planteo estético del director Aki Kaurismaki: ahorro significativo de palabras redundantes, contemplación, creación de imágenes, silencios y pensamientos como texto.
Esta aparente inexpresividad, conlleva una carga de ironías y humor inteligente de esos que pueden provocar reírse a carcajadas por la captación del código ilógico sugerido o bien, quedarse al margen o paralizado ante la propuesta.
El hombre sin pasado, el que le da título a la película, perdió la memoria gracias al ataque de un grupo de vándalos que sin motivos a la vista, lo golpeó hasta hacerle perder la vida clínicamente. Pero, como un resucitado que sólo logra ver la luz del día en un predio de casas - contenedores, recupera los sentidos bajo los cuidados de quienes habitan aquella precariedad.
Cuando se piensa en Finlandia, país nórdico conocido por tener uno de los menores índices de desocupación en el mundo, excelente calidad de vida y seguridad, es difícil asociarlo a la marginalidad que Aki (vamos a llamarlo por su nombre de pila por la empatía que despierta con su trabajo) presenta en sus films: familias sin hogar permanente, empleos de poca monta y el Ejército de Salvación que brinda asistencia básica con una orquesta y un coro de características esperanzadoras de fondo.
¿Tienen los personajes de estos films expectativas de una vida mejor? A veces pareciera que el secreto de su felicidad pasara por la resignación del destino que les ha tocado en suerte y de un vaso de cerveza los viernes al terminar su jornada laboral.
Siguiendo con los elementos que conforman este lenguaje peculiar, asombra la heterogeneidad actoral de sus intérpretes en un estilo, que por retención de impulsos, requiere de gran habilidad y autocontrol debido al delgado límite que separa al absurdo de la parodia.
La rigidez de los cuerpos, las ocurrentes acciones simultáneas, la creación de tenciones propias y compartidas se potencian con el idioma finés (de recia armonía) pero también contrastan con la fotografía en tonos vivos (siempre rojos y azules), las reminiscencias retro y la música como complemento fundamental.
Toda esta anormalidad, además de causar gracia, conmueve. Es que el artificio que inventó Aki emana sensibilidad.
Justamente, hablando de compasión, la banda sonora que acompaña a las escenas en mano de los Leningrad Cowboys articula un rock and roll de estilo surf con el bolero y la impronta garage, complementando estas variaciones melódicas con letras alusivas a la misericordia y al mensaje de Dios.
Pero en este punto sí que pasamos otra vez de la ternura al sarcasmo en un ida y vuelta contínuo. Basta ver la cara de disfrute de los sin techo ante el show que el citado organismo de caridad les ofrece como premio consuelo y en un intento por encaminarlos o reencausarlos hacia una sociedad conservadora y religiosa como lo es la finlandesa.
Un hombre sin pasado, galardonada por duplicado en el Festival de Cannes y nominada a mejor película extranjera para los premios Oscar, cuenta con Markku Peltola como protagonista y con Kati Outinen (actriz fetiche del realizador) en actuaciones de una complejidad y calidad artística abrumadoras. Los personajes secundarios tienen el mismo nivel de compromiso en sus desopilantes composiciones.
No dejen de entrar al inclasificable mundo de Aki Kaurismaki.
“Juan Muraña” de Jorge Luis Borges
Mi tío el malevo
Ni Palermo Soho, ni Palermo Hollywood: Palermo a secas. Una voz del pasado llama a Borges por su nombre. Ni a Jorge Luis Borges, ni a algún otro distinto: a un personaje de su propia ficción.
De pronto lo intelectual se enfrenta con la realidad de las peculiaridades de un Palermo viejo, pero viejo de verdad. La antigua voz cuestiona la supuesta falta de praxis del escritor, la del Borges del cuento. El escritor real coloca a su alter ego en una charla inevitable e incómoda en dónde deberá dar explicaciones acerca de los malevos de la realidad y es puesto a prueba por este antiguo y poco querido compañero del colegio de la calle Thames, como si la imaginación no fuera una herramienta suficiente para demostrar valor u hombría.
En ciertas familias, los devenires de una tía con un pasado amoroso no resuelto, pueden llegar a resultar tan atractivos como las andanzas del malevo del barrio. Y si a estos seres se les agrega el condimento de una historia marital y pasional compartida, los elementos míticos tenderían a perdurar en el tiempo como un boca a boca persistente en la actualidad o en el tiempo presente del cuento.
La Capital Federal, las distancias entre Palermo y Barracas y lo inalcanzable del entendimiento retornan enormes a los ojos de un niño, el cual junto con su madre, emprende la travesía de cruzar la ciudad y de descubrir un mundo sin tantos terrenos baldíos y con una urbanización más animada que le despertará la primera de una lista de posteriores fascinaciones.
Al llegar a su destino, descubren que Luchessi, la amenaza que amagaba con desalojar a esta familia empobrecida en aquel Palermo sin glamour, había sido encontrado muerto, “cosido a puñaladas”.
Juan Muraña había vuelto de la muerte pero con forma de puñal. El cuchillo tomó al hombre y el hombre al intelecto.

“Las ruinas circulares” de Jorge Luis Borges
Sueña que sueña que sueña
La naturaleza sigue su cauce y prospera indomable sobre los credos o la arquitectura del hombre.
La búsqueda de una concreción onírica podría confundirse en otro relato con la omnipotencia del pensamiento. Pero el hombre dispuesto a soñar, no albergaba dudas; sólo heridas y un poco de temor.
Había hallado el lugar indicado, la cuna que mecería y maceraría su fin: la creación de un ser concebido desde los más sutiles detalles de su fantasía.
Esos sueños emulaban al idéntico espacio que habitaba aunque en una realidad paralela y eso lo había podido conseguir porque la quimera nunca había sido el simple acto de dormir, sino una práctica y un perfeccionamiento.
Como discípulos o voyeuristas del deseo ajeno, una congregación de individuos por él soñados, tomaban las lecciones del productivo dormir o se entregaban al descubrimiento de un universo aún inexplorado.
El soñador moldeaba las formas de su descanso en la ardua tarea de encontrar al alma correcta y en ese impulso perfeccionista, agotó paradójicamente su cansancio, convirtiéndolo en un insomnio tenaz.
La conexión padre-hijo se alimentaba con la ayuda del tiempo que todo lo profundiza. Allí, en ese cosmos creado por él y luego por ambos los días eran placidez, dependencia e instinto paterno.
El período de gestación culminó con el nacimiento de un fantasma. El soñador había dado a luz a un ente mágico. ¿Pero quién podría asegurar que no es parte de una ilusión ajena?

“Tema del traidor y del héroe” de Jorge Luis Borges
Lo nuestro es puro teatro
Ryan, el investigador, sospecha de algo más. Deduce, saca conjeturas, propone paralelismos entre hechos presentes y pasados y atando cabos intenta resolver el asesinato de su bisabuelo Kilpatrick y finalmente lo consigue.
Pero antes de lograrlo, debe recurrir no sólo a la historia de una supuesta Irlanda de 1824. Los textos de Shakespeare hacen mecha en su memoria y hasta Julio César reaparece en la escena trágica, en la que el “héroe” moría al final de la obra.
La introducción al cuento tanto como las asociaciones de Ryan son complejas. El bisnieto recopila hechos improbables y frases de un pasado que es más literario que histórico.
Ryan elabora en su imaginación un mecanismo gráfico que supone tiempos cíclicos, alternativos e interlineados. Ryan utiliza su mente como una pizarra para convertirse en un científico o en un parapsicólogo de las vidas pasadas y tan mal no le va.
Todo es viable en las múltiples teorías a las que este investigador les da rienda suelta para posibles desarrollos.
Él abre puertas, caminos e hipótesis que al contrario de cerrarse y caducar, se subdividen a su vez en procesados pedacitos de una unidad.
El inicio era el final y el gato era el ratón. La realidad se le expuso a Ryan con un solo nombre y los actores representaron sus textos con tanta convicción que ni siquiera él mismo supo hasta el final de su búsqueda que era parte de esa lograda dramaturgia.

“La casa de Asterión” de Jorge Luis Borges
Me siento solo
Por empezar, ¿qué ser tiene la moralidad de admitir una condición defectuosa, anormal y contraria a lo convencionalmente establecido? Pocos.
¿Qué sujeto analizaría su soledad, su aislamiento de los demás individuos como el problema de una estructura mental y corporal que improbablemente tenga solución? Pocos.
Porque hablar de miserias también es hablar de grandeza y lo diferente, lo peculiar, lo único, bien podría llamarse genialidad.
Asterión eligió quedarse con la más optimista de estas percepciones y convertirse en un rey o en un dios.
Ni el ser humano ni el minotauro fueron creados para vivir en soledad, vagando por los laberintos de la contradicción o por los recodos de un palacio.
Asterión mata para salvar (se) y además juega a las escondidas con el otro monstruo igual a él. Y así pasan los días y los años, nueve para ser más precisos, que lo alejan de los demás hasta un nuevo encuentro distintivo y sangriento.
Sabe que un buen día alguien lo va a liberar de su propio encierro. Se lo han dicho, se lo ha profetizado un señor antes de ser “absuelto” por este espécimen sui géneris quién como el resto de los seres vivos no ha optado por el envase corpóreo que le marcaría su destino.
Pobre Asterión…en el fondo él sólo quería morir o parecerse al resto de la gente.
“El Aleph” de Jorge Luis Borges
¿A dónde se va el amor?
Siempre que alguien muere, esa ausencia, esa modificación, deja un agujero en el universo. Lo mismo ocurre con las acciones y con las inacciones que ejercemos. Todo, todo lo que es y lo que deja de existir tiene sobre nuestro entorno una influencia por momentos mínima, por otros, más evidente.
Cuando Beatriz Viterbo murió, eso mismo sintió el personaje que hacía de escritor y pronto pudo comprobar que, con efecto dominó, cambiaban los objetos y los sentidos y junto con las nuevas percepciones, reflotaban a la memoria los detalles de la historia de una mujer que a pesar de su desaparición, aún le provocaba admiración.
Ese magnetismo post mortem que Beatriz Viterbo ejercía sobre él, podría llegar a compararse bruscamente y en un arranque de demasiada libertad interpretativa, con el término necrofilia de la imaginación.
Beatriz Viterbo dejó sus memorias impresas en portarretratos que relataban su gracia y a un primo hermano que custodiaba aquella casa que, siendo escenario de melancólicos recuerdos, era asimismo el espacio presente de adornadas palabras y de dos propuestas.
Borges, el confidente, el curioso, aceptó la segunda. La primera era contraria a sus principios de criterioso lector. En cambio, la siguiente, lo poseyó en la urgencia del desciframiento y del privilegio de atestiguarla.
Él sintió como una herida la brecha que dejó la desaparición de aquella mujer. Él visualizó en dicho vacío cada fragmento de una integridad. Y el escritor que moldeaba al escritor del cuento supo especificar las sutilezas que desde el Aleph podían apreciarse. Supo enumerarlo todo (lo existente y lo que el amor había dejado en forma de monumento en la Chacarita).
"Genealogía" de Felisberto Hernández
La evolución del círculo
A partir de una serie de acontecimientos que a continuación desglosaré (adjuntaré como guía opcional) y que tuvieron como escenario una línea horizontal infinita, se sucedieron las transformaciones a veces paulatinas y otras tantas un poco más drásticas de un conjunto de personajes representados por figuras geométricas que nacieron, vivieron y murieron no sin antes hacer uso de sus diferentes “formas” para luego fundirse en el espacio que las contenía.
En el texto puede encontrarse cierta utilización de recursos literarios que hacen alusión a variantes métricas musicales. El movimiento arrítmico del Pentágono se traduciría en una síncopa dentro de una partitura de acciones. La inercia del Cuadrilátero, sería por ejemplo, el silencio inicial en un compás (o período vital).
Como en las diferentes etapas de las eras geológicas o bien en la metamorfosis del hombre desde su nacimiento a su fase final, la historia de esta Circunferencia atraviesa momentos y velocidades variadas según su energía, habilidades y estilos adquiridos o heredados inevitable y naturalmente. Concreta impulsos, los diluye, los retiene y los enfrenta, pero siempre aceptando que la naturaleza vital es contraria a una transición lineal.
Las modificaciones precipitadas, realentadas y/o temerosas, poseen características matemáticas en las virtudes o posibilidades que estas figuras geométricas sacan a relucir. Pero la existencia, en oposición a las ciencias exactas, humanizará a los elementos de este cuento en un paralelismo con la vida misma (la del hombre, la de los animales, la del mundo, la del universo).
Si todo lo que nace, llega a su fin como “muchas líneas horizontales infinitas”, tal vez la muerte no exista o tenga un nombre distinto.
Guía opcional para el lector
Cronología de una genealogía:
a) Figura geométrica: Circunferencia
Ritmo: de una gracia ondulada
Evolución: Elipse
a bis) Figura geométrica: Triángulo
Ritmo: violento
Evolución: Pentágono
b) Figura geométrica: Pentágono
Ritmo: arrítmico
Evolución: Cuadrilátero
Estado de la Elipse: espontáneamente regular y continuada
c) Figura geométrica: Cuadrilátero
Ritmo: inerte al principio
Incidente: Eclipses reiterados con la Elipse. Eclipse eterno
Evolución: Cuadrilátero con Elipse adentro
d) Figura geométrica: Cuadrilátero con Elipse adentro
Ritmo: armonioso
Período: juventud
Evolución: Circunferencia encerrada en un Triángulo
e) Figura: Circunferencia encerrada en un Triángulo
Ritmo: lento
Evolución: Líneas horizontales infinitas

Incidente: ¿muerte?

"Nos han dado la tierra" de Juan Rulfo
Se hace camino al andar
Melitón eleva sus ojos y deduce “son como las cuatro de la tarde”. Inmediatamente un espacio desértico y desolado que sirve como escenario en este cuento, suma otro elemento visual para completar el panorama: el cielo como portador del tiempo climático y condicionante para estos cuatro caminantes.

Ellos se detienen. Venían andando desde el amanecer y no eran los únicos. Ahora cabría decir que ellos son los perseverantes, ¿los ilusos? Están buscando unas tierras que están más allá y están esperando una lluvia que probablemente no vaya a caer.

¿Se podría llamar resignación a una de las primeras sensaciones que transmite este relato?

Melitón, Faustino, Esteban y quien oficia de narrador extreman los sentidos y continúan avanzando. Entonces valdría suponer que, en verdad, en ellos la resignación es una forma de ilusión.

Pero no están tan solos…hay un pueblo en algún lugar, al otro lado de ese territorio inmenso. Hay humo y ladridos, huizaches trespeleques y manchitas de zacates con las hojas enroscadas si se contempla el paisaje.

En la tierra que les han dado hace calor. Ese calor seco que quita las ganas de hablar. Quizás aún no hayan llegado a la tierra prometida. La sed y el cansancio pueden hacer estragos en los pensamientos.

Esteban tiene un as bajo la manga. No, no es un as, es una gallina. ¿A quién se le ocurre llevar a una indefensa ave once horas bajo el gabán y con las patas amarradas? A Esteban. No es la primera vez que él y su gallina han sido compañeros de ruta. No es la primera vez que esta pareja disfuncional pero suplementaria comparte destinos, incertidumbres, esperanzas. La compañía de la gallina complementa la fragilidad de Esteban y juntos encuentran un posible nuevo hogar. Allí se pierden de la vista de los demás, detrás de unos tepemezquites. Ella pondrá huevos, él labrará la tierra y juntos serán felices y comerán perdices o lagartijas o maíz, si tienen la suerte de haber tomado el atajo correcto y si las predicciones del delegado fueron ciertas.

Los demás continúan caminando hacia adelante. Están decididos a encontrar la verdadera tierra que les han dado, la que “está allá arriba”. Mientras tanto seguirán invocando los recuerdos de aquellos caballos que ya no están y probablemente buscarán completar la ecuación de los elementos faltantes: tierra para vivir, aire para mezclarse en el polvo y envolverse en él, metal para obtener las herramientas necesarias y agua, más que una gota, muchas gotas, un río caudaloso, una intensa lluvia, una gran tormenta.
(Visión optimista de quién se ha apiadado de estos cuatro personajes que quedaban antes de comenzado el cuento).


"Algo, urgente" de Noll

La escuela de la vida

De una infancia alegre en Porto…bueno, en Porto Allegre y con un padre autoproclamado “filósofo sin libros”, este cuento carga a lo largo de su narración con las características menos tropicales y más bien desoladas de un Brasil como cuna del desamparo de un joven que nos habla de su vida, de su soledad y de la necesidad de llevar a cabo una decisión.
Claro que no todo fue orfandad en la vida de este muchacho. Él tal vez creía en las promesas de su padre quién le daba su palabra de no dejarlo solo mientras silbaba su canción preferida y mientras emocionado le explicaba que antes de que eso sucediera le enseñaría a leer y a escribir.
En 1969, el niño que aparentaba ingenuidad, supo que a partir de ese entonces su vida tendría un antes y un después. Tal vez el padre había sido su escuela en sus primeros años pero a partir de ese momento ya no contaría con su protección.
Ahora, como adolescente o como adulto precoz, este hombrecito recuperaba la presencia de su progenitor o lo que quedaba de él y a su vez éste, se reencontraba con un fragmento de su propio hijo, con alguien que ya “había perdido la capacidad de llorar”.
La playa, los primeros encuentros sexuales y otra vez la soledad. Los enigmas de su padre seguían sin revelársele y puede ser que antes que averiguarlos, fuese necesario para el personaje principal, resolver cuestiones básicas como su propia cotidianeidad, su subsistencia.
Otra vez asiste a la escuela. ¿Será en verdad la escuela de la vida? Como una forma de anti enseñanza aprende que puede usar su cuerpo para sobrevivir o bien morir por dentro.
Avanza el relato y qué lejos aparece la inocencia del niño que fue y del que aún sigue siendo. Y qué grande es la necesidad del narrador de encontrar una salida y la esperanza se torna idealismo quizás.
Cualquier medida urgente será mejor que ese departamento sucio con pedazos mordisqueados de “cachorro-quente” que más que una casa parece un callejón sin salida. Inclusive la acción más extrema será una decisión, al menos, que pueda sacar a padre e hijo de una inercia que pareciera no tener fin.



"El hombre muerto" de Horacio Quiroga
Que descanse en paz
Parece que un hombre murió. No del todo aún, el hombre ya puede vislumbrar su propia muerte y simultáneamente ver su vida pasar. No siente dolor, ¿son estas las inmediaciones de la muerte o las instancias de una siesta reparadora?
Si bien desde el título del cuento tenemos la casi certeza de una muerte anunciada, hay aún un hombre que piensa, que contempla y que puede calcular con precisión la hora en que comienza su defunción.
¿Cuántas veces estuvo uno mismo inmerso en una terrible pero increíblemente real pesadilla deseando despertar? Generalmente, en los sueños suele modificarse algo del espacio habitual. Sin embargo aquí, desde el suelo en donde yace el hombre, todo se ve perfectamente igual que siempre: el techo rojo de su casa, el monte y la capuera de canelas, el mismo aire vibrante y los bananos inmóviles.
Pero el hombre aún debe cambiar “el alambrado de postes muy gruesos y altos”. Entonces eso significa que aún está vivo. Todavía le quedan muchos detalles por vivir, mejor dicho, por describir.
Los tiempos de la narración son proporcionales a la cantidad de pensamientos que al hombre se le cruzan por la mente. No es una simple contemplación, son reflexiones que lo mantienen atado a esta vida terrenal aunque ya no forme parte de ella.
Desde la inmovilidad aguza sus sentidos y deduce que el silbido que resuena en el viento proviene del muchacho que va hacia el puerto nuevo todas las mañanas a las once y media. El hombre sabe la hora exacta y el relato posibilita o no irrupciones de pensamientos optimistas. Ahora alguien podría tenderle una mano y así el hombre tal vez no vaya a morir. Es más, luego de un par de párrafos se podría anhelar un rescate por parte de su mujer y de sus dos hijos, quienes al grito de “¡Piapiá!, ¡Piapiá!”, le devolverán al hombre su conciencia casi esfumada
El hombre moribundo construyó un potrero y un bananal. ¿No son acaso motivos suficientes para merecer sobrevivir? El relato provoca que uno, como lector (al menos a quien les escribe), imagine por momentos soluciones mágicas, infantiles, que le desee al protagonista un final feliz.
El hombre sabe que su caballo lo sabe y eso puede comprobarlo por la quietud del animal, de su fiel compañero de trabajo. El hombre que veía y hasta saboreaba la gramilla que entraba por la comisura de su boca decide “abandonar un instante su cuerpo”. Un instante que tal vez sea eterno, pero es gracias a este instante que puede comprobar que el mismo paisaje de siempre aún está allí, que su caballo, en el cual ahora el narrador focalizará su mirada, pasará entre el poste y el hombre tendido y que su descanso recién acaba de comenzar…finalmente, predictivamente.

"Macario" de Juan Rulfo

Cuando hay hambre los sapos se convierten en ranas
Él está concentrado en llevar a cabo la tarea que le encomendó su madrina: “apalcuachar” ranas a tablazos para propiciar el silencio que durante la noche fue reemplazado por los chirridos de estos ruidosos batracios de carne comestible.
Es en esta última palabra que me voy a detener, porque es en torno al alimento que oscilan gran parte de los pensamientos y reflexiones de este vulnerable narrador, personaje que por sus carencias, estilo de vida y deseos recurrentes, puede llegar a generar dudas acerca de su edad y condición mental.
Dentro de las limitaciones de este pequeño universo habitacional y regional, son el hambre, el sueño interrumpido y las contradicciones que le imparte la religión como medio para evadir el infierno como destino final, los que ocupan los días de este niño (que bien podría ser un adolescente), recreándole una rutina en la que la aceptación de las falencias de la que es víctima no se pone en duda y es en el sosiego de su dormitorio plagado de chinches, cucarachas y alacranes en donde la paciencia de este muchacho saldrá victoriosa por su cualidad perseverante (fusiónese este término con la palabra estoicismo según la interpretación o punto de vista del lector).
En “Macario” el afuera está planteado como un espacio de peligros y represalias de los cuales el protagonista desconoce sus justificaciones, pero es consciente de que su persona, con excepción de lo que provoca en la comprensiva Felipa, genera sentimientos negativos porque eso es lo que su madrina le ha comentado.
Entonces el adentro, este hogar que en su disfuncionalidad proporciona al menos un plato de “montoncitos de comida” y una cama en donde acontecen situaciones de carácter primitivo, es el refugio, contención y lugar de autocastigo y complacencia del personaje principal.
Macario cavila y sus reflexiones salen a borbotones como la leche de los pechos de Felipa. El pensamiento verborrágico y la abundancia de una bebida maternal dulce y caliente funcionan como elementos tranquilizadores temporarios para este bebé con cuerpo de hombre, mentalidad ingenua y una cabeza dura capaz de sobrevivir a sus recurrentes golpes “contra lo primero que encuentro”.
Al lector (o espectador de este cuento que Juan Rulfo supo enhebrar recreando un discurso circular y de cualidades sensoriales) se le expone con sutilezas la privacidad de una relación que no da respuestas concretas pero que abre el campo a la imaginación y visualización entre un Macario infante y por qué no suponer, sexualmente activo y su guardiana, la siempre presente Felipa.
Aquí, lo mismo que puede causar rechazo, atrae por una necesidad de desciframiento, de pena y de mera curiosidad (a veces morbosa) del público/lector, o de quién les está escribiendo ahora.
Macario logra contagiarnos su hambre, su necesidad de protección. En ocasiones, de la Madrina o de Felipa. En otras, por medio de sus oyentes, que al “escuchar” esta oración ininterrumpida también constituimos un pedacito de su redención.

"La muñeca menor" de Rosario Ferré
Tengo una muñeca vestida de azul (no, de broderí)
Dijo el médico que una hermosa joven fue mordida por una chágara viciosa en el río. Desde ese momento, la mujer dedicó su vida al cuidado de sus sobrinas y desembocó su caudal creativo en la fabricación de muñecas, como la lluvia había transformado la corriente en cola de dragón.
Cera, encajes, agujas y carretes de hilos de todos los colores, cobraban vida en manos de la señora tullida y siempre tomaban la forma de una niña, de una niña de porcelana vestida de tira bordada o de broderí.
Al casarse las mujercitas, marchaban hacia sus nuevos hogares con una pequeña maleta y una última muñeca rellena de miel a modo de “Pascua de Resurrección”.
Ellas no se oponían a la ofrenda de la tía, pero entonces, ¿sabrían lo que significaba “Pascua de Resurrección”?
La chágara que habitaba en la pantorrilla de la señora, no sólo era viciosa, también era posesiva y perseverante y tenía por ejemplo, la capacidad de convertirse en un medio para financiar los estudios de un futuro doctor.
Así como Gepetto le dio vida a su querido Pinocho, la vieja tía perfeccionó su arte, brindándole existencia a la muñeca de bodas de su sobrina menor. Pero la excelencia en sus manualidades fue paralela a sus habilidades de reciclaje.
¿La sobrina menor se convirtió en la tía o en su muñeca?, ¿la chágara transmutó a un joven en doctor y en un ser con alma de papel?
Cuando una chágara entra a la pantorrilla de una familia, felices serán las Pascuas en tanto resurrección signifique mutación.

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